miércoles, 21 de abril de 2010

The phantom of the opera I

Una tarde de principio de otoño era un día muy ajetreado en la Opera Garnier. Las telas, cintas, vestidos y trajes volaban en los camerinos y en los almacenes del lugar, todos los actores y actrices secundarios o simplemente extras corrían a cambiarse de ropas para la escena siguiente.
En el escenario los protagonistas se movían de un lado al otro mirando como la gran Carlotta contaba su papel solista. Lo hacia de manera algo extraña y exagerada. Allí delante, justo en el patio de butacas las limpiadoras observando el ensayo hacían mala cara, la canción no estaba correctamente interpretada ni mucho menos, pero La Carlotta era de las más conocidas sopranos de Paris, según decían malas lenguas por favores a los grandes empresarios y otros mandamases.
La mujer estirada cantaba sus frases con un orgullo fuera de lugar sin, ni tan siquiera intentar ocultar el marcado acento Italiano que se adivinaba por sus erres inacabables. Su cara cuadrada con ojos azules enmarcada por una melena de tinte rojo intenso con tirabuzones se veía altiva y con gesto de asco y superioridad al mirar a los que estaban a su alrededor, sin duda ella era la estrella.
Tocó el turno a las bailarinas, que con vaporosas faldas y fulares brillantes que parecían tener vida propia, se movían con gracia y agilidad formando una red de cadenas que las unía por las muñecas. Hacían el papel de esclavas en aquella obra titulada Hanníbal.
Aparecieron entre ellas el dueño del gran teatro Monsieur Piérre acompañado por dos señores entrados en años que se comían a las chicas con los ojos y las evaluaban una por una, decidiendo quien tenía más cara de ángel, o cintura de avispa.
-Bravo, bravo. Todas jovencísimas – comentó uno de ellos.
El ensayo se paró, el M. Piérre tenía algo que decir de suma importancia y no se hizo esperar ni un segundo exigiendo silencio.
-Queridas señoras y muchachas…señores…sé que hay algunos rumores sobre una jubilación, en concreto la mía y estoy encantado de informarles que son completamente ciertos.
Empezaron a oírse agitados murmullos y preguntas sobre que pasaría con todos ellos y sus trabajos cuando les cortó de nuevo.
- Por favor! No se exalten! Estos dos señores que han venido conmigo y nos acompañan en estos momentos son los nuevos dueños del local. M. Firmin – presentó a un hombre de simpática apariencia, algo bajito y con canas en el pelo y el fino bigote – y M. Henri – indicó al otro, que a diferencia de su socio era alto y bastante corpulento y no asomaba ni una cana en su cabello.
Los recibieron con unos aplausos algo titubeantes y Carlotta corrió a presentarse personalmente dando su mano para que la besaran.
Instantes después entró por uno de los lados del fondo del escenario un chico de aproximadamente 20 años alto, atlético, con ojos como el caramelo líquido y el pelo de las mismas tonalidades recogido en una coleta. Habló.
- Siento, la tardanza y la interrupción del ensayo. Discúlpenme.
- No se disculpe Raoul! Al fin y al cabo usted es el productor y vuestros padres los duques, también.
- Muchas gracias. Sepan que estamos encantados de apoyar todas las artes en especial la Opera.
Dicho todo lo protocolario para quedar como hijo de gran familia y buena educación Piérre se lo presentó a los señores y el reparto de primera fila.
Al acabar volvieron al ensayo, para hacer una pequeña muestra de su valía. Los nuevos dueños seguían con la vista puesta en las bailarinas cuando la solista se dio cuenta y con enfado se dirigió a ellos.
-Pero como se puede ser tan baboso! Dío! Espero que les interese tanto el canto como las bailarinas, porque van a tener que buscar a otra solista!
Dio media vuelta, cogió el caniche blanco y con lacitos mimado que tenía por allí y se dirigió enfurruñada y dando gritos en italiano hacia su camerino. Los señores se quedaron congelados, que harían sin estrella? Preguntaron al M. Piérre para que les ayudara.
- Piérre, que hacemos?!?
- Humíllense – como si fuera los más normal del mundo – si quieren algo estaré en Australia.
- Pero, por que se va?!
- Por salud señores, por salud – y se marchó.
Al verse solos corrieron en pos de Carlotta.
- Siñoraa! – Llamó uno
- Oh diosa del canto! – dijo el otro.
- No somos nada sin usted!! – gritando tras ella.
La mujer fue frenando el paso esperando a que los dos nuevos pelotas le hicieran halagos de todo tipo y le dijeran una y mil veces lo hermosa que era, lo bien que cantaba y lo mucho que la necesitaban en aquel teatro de la Opera para ser algo digno de mención en la capital Parisina.

5 comentarios:

  1. Carlotta es una guarra. He dicho.
    Me recuerda a alguien... ¬¬ a alguien que no merece la pena recordar...
    Y me mató lo de "humillense". Es una buena respuesta.

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  2. Me cagüen... No soy la primera. Mira que soy lenta...
    Bueno, me cae fatal la Carlotta esta de los cojones,(Carlota-zanahoria-pelo rojo, bieeen, lo has clavado). Para empezar, bastante bien, sigo igual porque no he visto la peli, así que espero que sigas escribiendo y así sabré qué pasa. Hala, aquí tienes mi pedazo comentario!

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  3. Esa chica no tiene derecho a llamarse Carlotta, con lo bonito que es el nombre >.<...

    Quiero mááááás :)!!!

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  4. tranquila, esto es de proceso muuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuy lento ^^

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